A través de este cuento se plantea un cambio de mentalidad. Cuando hablamos del diferente, muchas veces nos planteamos como tenemos que cambiar a la persona para que se adapte a estándares “normales”. Nada más absurdo que la palabra “normal” en una sociedad tan plural. ¿Qué podemos considerar por normal?. Tal vez esta pregunta no la sepa responder casi nadie, ya que la normalidad es tan subjetiva que es difícil de definir. Todos somos únicos e irrepetibles, cada uno tenemos unas peculiaridades y esas son las que muchas veces son causa de exclusión. Por tanto, no nos podemos erigir como garantes de normalidad ni intentar imponer esa supuesta “normalidad” en nuestros alumnos. La persona es única, y debe ser tratada con respeto. Y una de las manifestaciones del respeto es la aceptación.
Esta historia da un vuelco a nuestra concepción de adaptación, es decir, no debemos obligar a la persona a que se adapte a las circunstancias, porque como bien explica el cuento cuadradito nunca podrá ser redondo que es lo que se le exige, sin embargo podemos adaptar las circunstancias a la persona.
Y esto enlaza con la idea de escuela inclusiva, la escuela se adapta a las necesidades de los alumnos, y esto cambia por completo la mentalidad que impera en nuestras escuelas donde exigimos a los alumnos que se adapten.
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