jueves, 20 de enero de 2011

La familia, primer agente en la socialización del niño


La socialización es una de las formas básicas y esenciales de la Educación familiar. El niño entra en contacto con los demás empezando por el contacto con sus familiares. Al niño se le exigen una serie de comportamientos, con lo cual se le internalizan las normas sociales: esto forma parte de la Educación, pues así le hace controlar su "temperamento", posibilitando la aparición de su carácter.

La primera etapa de socialización ha de ser completada con el posterior contacto con personas externas a la familia: el grupo de amigos y, sobre todo, las relaciones entabladas en la escuela.

La acción de otras instituciones sociales, ha de consistir sobre todo en cultivar la semilla plantada por la acción familiar. La familia es una magnífica escuela de Educación permanente. Estableciendo en ella un buen clima cultural, un buen nivel de diálogo y una alta calidad de convivencia, todos sus miembros se verán estimulados a trabajar en su perfeccionamiento personal.

La familia se ve sujeta a posibles y frecuentes fallos y defectos que la incapacitan para desempeñar bien su función educadora. Entre tales fallos podemos mencionar el echo de limitaciones económicas, culturales o sociales que coartarán las posibilidades de Educación de los hijos; desequilibrios afectivos, perturbaciones ambientales o anomalías personales de los padres que marcará quizás para siempre el tono de sus hijos. 
De todos los grupos sociales ninguno es capaz de un influjo tan definitivo como el ejercido por la familia y, más en concreto, por los padres sobre los hijos, en el carácter personal e individual de esas relaciones, en la gran frecuencia de las mismas y, sobre todo, en la tendencia del niño a la imitación y, más aún, a la identificación subconsciente con sus padres. Además de estos resortes psicológicos, se dan una serie de circunstancias sociales que hacen de la familia una verdadera escuela en la que se inician los hijos. Se reconoce a los padres el derecho de educar a sus hijos según el propio criterio ideológico (elección de escuela, religión); la mera relación entre hermanos es a menudo una situación de enseñanza y aprendizaje; los padres tienen una actitud educadora hacia los hijos, y la misma vida familiar está llena de estímulos educativos. 
El desarrollo de la inteligencia infantil necesita estímulos y contenidos por parte del ambiente. La familia representa un depósito de conocimientos que gradualmente va asimilando el niño.
La familia lleva a acabo algo más que una mera transmisión cultural; ejecuta tres funciones adicionales:

1. Selecciona lo que se va a transmitir, sacándolo del entorno existente.
2. Da al niño una interpretación de todo ello.
3. Valora para él lo transmitido. El niño, pues, contempla la herencia cultural a través de los ojos de la familia.

Cuentan mucho las actitudes que los padres suscitan en los hijos respecto a los estudios y al interés por aprender. En esto se diferencian las distintas clases sociales. Lo que en general abunda en la clase obrera es una actitud menos favorable a la Educación. En las familias campesinas predomina también menos interés que en otros grupos sociales por los estudios de los hijos: en cambio, las familias de funcionarios, y subalternos, muestran gran interés en los estudios de sus hijos. Por lo tanto las actitudes de los padres son el factor más fuerte de la motivación de los hijos en los estudios. Otros factores serían que a mayores ingresos económicos familiares habría un mejor rendimiento escolar de los hijos, y las perturbaciones emocionales en el hogar ocasionan, por el contrario, un bajón en los resultados académicos. Parece que la misma composición de la familia tiende a determinar también el rendimiento escolar.





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