A pesar de que existe un amplio abanico de cuentos clásicos, nos hemos centrado en los más conocidos, en los cuentos que han marcado nuestra infancia como pueden ser Caperucita Roja, la Cenicienta, el gato con botas, Ricitos de Oro, Blancanieves, los tres cerditos… en estos cuentos se trabajan valores como la obediencia, el esfuerzo, la esperanza, la humildad…
Sin embargo, el valor de la aceptación del otro tal cual es, el de acoger al diferente en su singularidad, no era muy bien tratado en los cuentos. Así en el “Patito feo”, el patito es rechazado hasta que este se transforma en un cisne, en el soldadito de plomo el soldado es igualmente arrojado a las cloacas, en la “bella y la bestia” se plantea la pena que da que la bestia tenga un gran corazón y que sin embargo sea tan fea, en la sirenita se enfatiza como ésta tiene que decidir dejar de ser como es para poder entrar en el mundo de los humanos.
Incluso en los “músicos de Bremen” todos los músicos son arrojados de sus casas porque son inservibles, pese a ello los hermanos Grimm ponen de manifiesto que la unión de estos aparentemente desechados, los hace un grupo capaz de vencer las adversidades.
Por tanto, vemos que a través de los cuentos se presenta a la persona diferente como la que tiene que cambiar y adaptarse al resto, y como si esto no se hace, es dejada de lado, abandonada a su suerte.
Tal vez, en el “soldadito de plomo” aparece una doble respuesta ante este dilema, que es frente al rechazo por parte del resto de los muñecos e incluso de sus hermanos, la aceptación por parte de la bailarina que no se queda en lo exterior (es decir en la pierna que le falta) sino que su corazón se une con el del soldadito, aceptando voluntariamente el destino de morir quemada en la chimenea.
El tema de la aceptación del diferente, y de la interculturalidad no es algo moderno, de hecho tenemos constancia de que aunque España ha sido durante muchos siglos ejemplo de tolerancia entre culturas (judía, árabe, cristiana) fue a partir del siglo XVI, coincidiendo con el nacimiento del estado moderno y el descubrimiento de América, cuando entró en un largo periodo donde se impuso la lógica de la dominación, la desvalorización de lo diferente y la percepción del otro como inferior. Este fenómenos no es sólo español, pues las grandes potencias europeas han tenido, hasta bien entrado el Siglo XX, la idea de superioridad cultural, con episodios penosos de exterminios humanos y guerras mundiales por ideologías llenas de intolerancia. La Revolución francesa con su Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano (1789) fue un rayo de luz que no fructificó (predicaba la igualdad al mismo tiempo que diferenciaba a los individuos por su utilidad social y su capacidad intelectual) hasta 1948 con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, auspiciada por la O.N.U.
La literatura ha seguido parecidos derroteros y con honrosas excepciones, ha sido el reflejo de la sociedad que le rodeaba. Sin embargo tenemos autores como Astrid Lindgren con Pippi Langstrumpf (1945) que defiende a ultranza el modelo de respeto por el hombre y la mujer. Otro autor a destacar fue Saint-Exupery que en 1943 creó el personaje prototipo de la sencillez “El principito”, que es una declaración de la aceptación de la condición humana.
Sin embargo no será hasta 1959 con la Declaración de los Derechos del Niño hasta que se tome conciencia de la infancia y su protección. En ella se establece en el principio primero que “los derechos serán reconocidos a todos los niños sin excepción alguna ni distinción o discriminación por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento u otra condición ya sea del propio niño o de su familia. Además en el punto décimo expone que el niño debe ser educado en un espíritu de comprensión, tolerancia, amistad entre los pueblos, paz y fraternidad universal, y con plena conciencia de que debe consagras sus energías y aptitudes al servicio de sus semejantes.
Estos derechos empiezan a verse reflejados por los autores de libros infantiles en los años 70, con nombres destacados como María Gripe, Ursula Wölfel, Frederik Hettman, Gianni Rodani o Christine Nöstlinger. Se crean talleres de trabajo sobre los derechos del niño e incluso el Consejo Mundial de las Iglesias se ocupa en 1977 de temas como el racismo en los libros infantiles.
Los últimos veinte años han traído grandes transformaciones sociales, culturales, políticas y económicas, reflejadas en la educación y en la literatura. El fenómenos general de cambio va unido a grandes movimientos migratorios, desde los países menos desarrollados a los más industrializados. Europa y España, por su situación privilegiada en el mundo, son ya un cruce de culturas que aumentarán en este siglo.
Un siglo XXI del que tiene que surgir un diálogo enriquecedor entre los pueblos que promueva otras formas de desarrollo y una necesidad de hacer explícita la aceptación de la diversidad. Los hábitos culturales cambian muy lentamente y el futuro se forma ya desde un presente de convivencia.
La literatura infantil y juvenil, desde los cuentos orales hasta las novelas de ciencia-ficción, ofrece a los niños actuales ejemplos de convivencia y tolerancia que no siempre observan a su alrededor. En un mundo lleno de intransigencia, con una sociedad llena de valores prácticos, y una escuela que a veces se presenta como demasiado rígida, los libros son un escape a mundos imaginarios llenos de modelos interculturales, no siempre reales, pero efectivos para crear conciencia de las libertades individuales y colectivas.
La diversidad nos enriquece y el niño tiene que crecer superando prejuicios, con un conocimiento crítico y respetuoso con las otras culturas así como hacia el que es diferente. Los niños y niñas no eligen sus amigos por razones de extracción étnica, cultural, social o por que tengan o no discapacidad; no influyamos para que lo hagan. Démosle libros diversos, libros libres, libros desde la convivencia para la convivencia.
Está claro que en una escuela que tiende a la inclusión, es fundamental que los niños acepten a sus compañeros tal y como son, y que descubran la riqueza de la diferencia, y como desde la amistad y desde la comprensión todo es posible. Por tanto es fundamental descubrir a los niños obras que revelen la enorme riqueza de la diversidad y sus beneficios deseables para todos. Una literatura infantil y juvenil multicultural y comprometida que no apela a la sensiblería y la compasión, pero sí a la sensibilidad, al análisis crítico y a la implicación personal solidaria para impulsar los cambios necesarios para que la diferencia sea vivida como un regalo y no como un impedimento.
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