martes, 15 de febrero de 2011

LA FAMILIA Y LA ESQUIZOFRENIA.

Puesto que el diagnóstico de esquizofrenia de un familiar es muy difícil de aceptar, una vez aceptado se ha ganado la primera gran batalla; entender que las cosas ya no van a ser las de antes y que hay que reorganizar las actividades con esta nueva situación.

Asumir la esquizofrenia es aceptar un reto ante lo impredecible y lo misterioso, es encajar una enfermedad de la que se sabe poco y que altera tanto la conducta de todos que es fácil llegar a perder los papeles. Es por ello que
llegar a convivir con este trastorno exige un conocimiento preciso y una actitudes entrenadas.

En primer lugar, es necesario entender que “nadie tiene la culpa” de esta enfermedad, que no hay que sentirse avergonzado por la misma y que los demás (familiares, allegados, amigos y compañeros de trabajo) deben aprender a aceptar con la familia esta carga. Para ello es fundamental hablar del asunto con naturalidad, disipando “falsas creencias y peligros imaginarios”, intentando que la vida familiar cambie lo menos posible.

Los consejos más importantes para la familia en la fase de aceptación de la enfermedad según la O.M.S son los siguientes:

·         Tener la máxima información posible de la enfermedad y no quedarse nunca con ninguna duda, ni de la enfermedad ni de los tratamientos aplicados.
·         Sintonizar con el médico lo más posible, es decir colaborar a que entre paciente, enfermo y familia exista un ambiente cordial.
·         Seguir las prescripciones médicas al pie de la letra e informar de inmediato de aquellas modificaciones que resulten sospechosas de que algo va mal (aún a riesgo de “ser pesados”).
·         Hablar con naturalidad de la enfermedad y los problemas que plantea con familiares, amigos, allegados, vecinos y cuantos pregunten por ella, “el silencio es muy culpabilizador”
·         Evitar el aislamiento, participar en reuniones, grupos, excursiones y cuantos acontecimientos sean cotidianos, “la soledad sólo aumenta la angustia y no conduce a nada positivo”.
·         Fijarse objetivos modestos y realistas con el paciente. Más vale que apruebe una asignatura o escriba una página, a que no haga nada.
·         Evitar el enfrentamiento directo con el paciente (salvo caso de máxima gravedad), y para ello, si es preciso, recurrir a terceras personas (el esquizofrénico a veces hace más caso a un hermano o un amigo, que a sus
·         propios padres).
·         Nunca eludir el diálogo con el paciente sobre aquello que le preocupa, manifestándole en todo momento con veracidad qué es lo que padece aunque no lo entienda o no lo acepte.

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