La persona con TEA tiene una gran dificultad en dar sentido a la acción propia. Hay una peculiar vaciedad de propósitos y finalidades en muchas conductas que presentan personas con espectro autista.
Para poder entender esta apreciación, debemos definir qué significa el sentido, y para ello diremos que el sentido se caracteriza por las siguientes notas.
a) El sentido remite normalmente a algo futuro. Define una dirección teleológica para las acciones o las situaciones, y a una actividad prospectiva o anticipatoria de un organismo. El sentido explica la acción en función de una meta “pre-parada” por un sistema cognitivo y que establece un vector para su acción. Por consiguiente las dificultades de anticipación que hemos definidos en la dimensión correspondiente, forman parte del mismo “síndrome” que la ausencia de sentido y finalidad.
b) El sentido es algo que otorga coherencia a una acción, situación o representación. Integra en totalidades unitarias piezas de información que se brindan al organismo: da unidad, orden y organización jerárquica a situaciones, acciones y representaciones.
c) El concepto de sentido tiene que ver con la relación entre la acción y texto. Tendemos a decir que carecen e sentidos las acciones completamente ajenas a los contextos
d) El concepto de sentido es un concepto esencialmente semiótico. Aunque se emplee también para describir acciones no semióticas (como cuando se habla de “sentido de la marcha”, o del sentido de una actividad instrumental: martillear), si lugar más propio es el de los signos. Por ejemplo, hablamos del “doble sentido” de algunas emisiones lingüísticas.
e) En el fondo, el concepto de sentido remite inevitablemente a una dimensión social de la acción, desde el momento en que es un concento “funcional”. Todo sentido depende de funciones “relativas al observador” y asignadas socialmente.
En relación con esta dimensión, según el grado de afectación, tenemos 4 niveles.
1. Predominio masivo de conductas sin meta (por ejemplo, carreritas sin rumbo con aleteo) e inaccesibilidad completa a consignas externas que dirijan la acción de la persona con TEA de este nivel. Las conductas de ésta ofrecen la impresión de acciones sin propósito ninguno, y que no se relacionan con los contextos en que se producen.
2. Sólo se realizan actividades funcionales ante consignas externas. Tales actividades son breves y no depende de una comprensión de su finalidad. Los niños y adultos en este nivel pueden ofrecer la impresión de “ordenadores sin disco duro”. Requieren constantemente y “paso a paso” de incitaciones externas para “funcionar”. Cuando no realizan actividades funcionales dependientes de esa incitación externa, presentan patrones muy pasivos de conducta o bien muy excitados, o actividades sin meta propia del nivel 1, tales como estereotipias de ciclo corto o deambulación sin rumbo.
3. Presencia de actividades de “ciclo largo” (por ejemplo, realizar una tarea con un cierto grado de autonomía, y en que no es necesario un control externo de cada paso, pero que se viven como formando parte de totalidades coherentes de situación y acción (por ejemplo, un curso) y cuya motivación reside generalmente en contingencias externas o impresiones de dominio que en el sentido mismo de las tareas.
4. La persona realiza actividades complejas y de ciclo muy largo (por ejemplo, cursos académicos o actividades laborales complejas), cuya meta precisa conoce, pero no asimila profundamente esas actividades a motivos encajados en una “previsión biográfica” de futuro en un “yo auto-proyectado”.
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