sábado, 12 de febrero de 2011

Trastornos del sentido de la actividad propia en personas con TEA.


La persona con TEA tiene una gran dificultad en dar sentido a la acción propia. Hay una peculiar vaciedad de propósitos y finalidades en muchas conductas que presentan personas con espectro autista.

Para poder entender esta apreciación, debemos definir qué significa  el sentido, y para ello diremos que el sentido se caracteriza por las siguientes notas.

a)     El sentido remite normalmente a algo futuro. Define una dirección teleológica para las acciones o las situaciones, y a una actividad prospectiva o anticipatoria de un organismo. El sentido explica la acción en función de una meta “pre-parada” por un sistema cognitivo y que establece un vector para su acción. Por consiguiente las dificultades de anticipación que hemos definidos en la dimensión correspondiente, forman parte del mismo “síndrome” que la ausencia de sentido y finalidad.

b)    El sentido es algo que otorga coherencia a una acción, situación o representación. Integra en totalidades unitarias piezas de información que se brindan al organismo: da unidad, orden y organización jerárquica a situaciones, acciones y representaciones.


c)     El concepto de sentido tiene que ver con la relación entre la acción y texto. Tendemos a decir que carecen e sentidos las acciones completamente ajenas a los contextos

d)     El concepto de sentido es un concepto esencialmente semiótico. Aunque se emplee también para describir acciones no semióticas (como cuando se habla de “sentido de la marcha”, o del sentido de una actividad instrumental: martillear), si lugar más propio es el de los signos. Por ejemplo, hablamos del “doble sentido” de algunas emisiones lingüísticas.


e)     En el fondo, el concepto de sentido remite inevitablemente a una dimensión social de la acción, desde el momento en que es un concento “funcional”. Todo sentido depende de funciones “relativas al observador” y asignadas socialmente.

En relación con esta dimensión, según el grado de afectación,  tenemos 4 niveles.

1.   Predominio masivo de conductas sin meta (por ejemplo, carreritas sin rumbo con aleteo) e inaccesibilidad completa a consignas externas que dirijan la acción de la persona con TEA de este nivel. Las conductas de ésta ofrecen la impresión de acciones sin propósito ninguno, y que no se relacionan con los contextos en que se producen.

2.  Sólo se realizan actividades funcionales ante consignas externas. Tales actividades son breves y no depende de una comprensión de su finalidad. Los niños y adultos en este nivel pueden ofrecer la impresión de “ordenadores sin disco duro”. Requieren constantemente y “paso a paso” de incitaciones externas para “funcionar”. Cuando no realizan actividades funcionales dependientes de esa incitación externa, presentan patrones muy pasivos de conducta o bien muy excitados, o actividades sin meta propia del nivel 1, tales como estereotipias de ciclo corto o deambulación sin rumbo.


3.  Presencia de actividades de “ciclo largo” (por ejemplo, realizar una tarea con un cierto grado de autonomía, y en que no es necesario un control externo de cada paso, pero que se viven como formando parte de totalidades coherentes de situación y acción (por ejemplo, un curso) y cuya motivación reside generalmente en contingencias externas o impresiones de dominio que en el sentido mismo de las tareas.

4.  La persona realiza actividades complejas y de ciclo muy largo (por ejemplo, cursos académicos o actividades laborales complejas), cuya meta precisa conoce, pero no asimila profundamente esas actividades a motivos encajados en una “previsión  biográfica” de futuro en un “yo auto-proyectado”.

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